sábado, 3 de abril de 2010

¡Nos mudamos!

A los nulos/escasos lectores que hayamos podido tener, o a las personas que por error se metan aquí cuando están buscando la cura contra el cáncer mediante taquiones, decirles que nos hemos mudado de host, nos llamamos igual pero hemos fichado por wordpress

http://bioxano.wordpress.com

martes, 9 de marzo de 2010

The long path of carbon photosynthesis

Vamos a empezar un pequeño viaje por las historia del descubrimiento del ciclo de Clavin-Benson, la fase oscura de la fotosíntesis. Este proceso despertó el interés de los primeros fisiólogos vegetales desde el s. XVIII. Stephen Hales (1677-1761), quien publicó el primer tratado de fisiología vegetal, intuyó que las plantas “se alimentaban del aire”. Sin embargo, fue Joseph Priestley (1733-1804) quien intentó verificar la certeza de esta intuición. Priestley realizó experiencias en las que introducía en una campana cerrada una vela encendida un ratón y, a veces, una planta verde . Si dejaba la vela y el ratón en la campana, esta se apagaba y el ratón moría, al introducir la planta, el sistema podía permanecer estable durante más tiempo. De estas experiencias concluyó que las plantas revitalizaban el aire flogistificado, alimentándose a su vez de éste. Las conclusiones de Priestley fueron confirmadas posteriormente por Jan Ingelhousz (1730-1799) que demostró que las partes verdes de las plantas fijan CO2 en presencia de luz, pero en la oscuridad realizan el proceso opuesto.

Los primeros intentos de estudiar el mecanismo químico de esta fijación del CO2 realizada por las plantas vinieron de Richard Willstätter y Arthur Stoll a principios del S.XX. Como muchos otros científicos de su época, pensaban que la fotosíntesis requería de la combinación del CO2 con la clorofila, la posterior fotoexcitación y producción de formaldehído que luego polimerizaba a hexosas. El modelo fotoquímico de Willstätter no convenció a Sam Ruben y Martin Kamen , que realizaron experimentos de marcaje radioactivo de CO2 con C11 para registrar los productos de períodos breves de fotosíntesis, tratando de identificar la naturaleza del primer compuesto sintetizado. Ruben y Kamen concluyeron que el primer compuesto producido era un ácido carboxílico puesto que las sustancias marcadas obtenidas precipitaban con iones de calcio o bario y desprendían en CO2 marcado al tratarlas con pirolisis. En este sentido, acertaron, puesto que el 3-fosfoglicerato, con este grupo funcional, es el primer producto de la fijación de CO2. Entre las dificultades con las que se encontraron Ruben y Kamen estaba la corta vida media del isótopo utilizado (22 minutos), que dejaba escaso tiempo para realizar los complejos análisis orgánicos que se requerían . Sin embargo, aun con todas las dificultades técnicas con las que se encontraron, llegaron a concluir que el la fijación del CO2 bien era reversible o de naturaleza cíclica; nada desdeñable.


Puesto que la corta vida media del C11 resultaba problemática para los experimentos, Kamen y Ruben junto con Ernst Lawrence, se embarcaron en la búsqueda del C14, más estable ( 5730 años). Tras probar todas las rutas nucleares considerables, finalmente tuvieron éxito. En 1942, Andrew Benson se incorporó al grupo de Kamen en Berkeley realizando numerosos experimentos con C11 marcado. Cuando sus compañeros hubieron descubierto el C14, empezó a experimentar con el alga unicelular Chlorella sp y el C 14 ( BaC14O3) recién aislado.



En 1943 Ruben murió en un accidente con fosgeno, dejando la elucidación de la ruta de fijación del carbono sin su líder. En 1945 Melvin Calvin fue reclutado por Ernst Lawrence para continuar con los trabajos sobre la fotosíntesis en el laboratorio de radiación de la Universidad de California. Melvin invitó a Benson a participar en el proyecto. Llevaron acabo experimentos con pre-iluminación, que amplificaban la fijación del CO2, y cromatografías en papel. Durante más de 60 años la teoría del formaldehído había sido la imperante, hasta que Melvin Calvin y Andrew Benson presentaron los artículos “The path of carbon in photosynthesis “, elucidando la esquiva ruta autotrófica de fijación y reducción de CO2 .


martes, 23 de febrero de 2010

Pseudociencias II: El caso Lysenko


En febrero de 1935, al grito de «¡Bravo, camarada Lysenko, bravo!» proferido por Iósif Stalin ante el Segundo Congreso Soviético de Granjas Colectivas se aprobaba en la Unión Soviética un paradigma pseudocientífico conocido como lysenkoismo, michurinismo o lysenko-michurinismo. Así, con un estruendoso aplauso, se celebraba el asesinato público de la genética mendeliana soviética y se consumaba el ascenso meteórico del agrónomo Trofim Denisovich Lysenko (1898-1976) a la fama y al poder. Durante tres largas décadas, hasta la caída de Kruschev en octubre de 1964, Lysenko y sus partidarios dirigieron la agricultura soviética imponiendo sus ideas sobre biología, y completaron la destrucción de la genética soviética y de numerosos genetistas, que fueron sentenciados a muerte, deportados a los gulags siberianos, o en el mejor de los casos, expulsados de sus puestos de docencia o investigación. ¡Refutando, no destruyendo, es como avanza la ciencia!.

Lysenko sustentó su programa de mejora de la agricultura rusa en las periclitadas tesis lamarckistas defendidas y ligeramente actualizadas por el horticultor ruso Ivan Vladimirovich Michurin (1855-1935). Lysenko denunció la genética como una ciencia capitalista que perpetuaba la noción de que hay diferencias cualitativas en los organismos (incluidas las personas) codificadas por los genes. La idea de que los caracteres estuvieran fijados e inmovilizados por la estructura de los genes, que no pudieran modificarse a voluntad, era incompatible con el marxismo. Por el contrario, la doctrina michurinista, al negar la existencia de tales diferencias inmutables era considerada, de claro contenido materialista y revolucionario. Para Michurin, las diferencias individuales se debían a efectos ambientales y se podían modificar radicalmente exponiendo los organismos a estímulos ambientales apropiados. Así, la producción de nuevos cultivos, o la adaptación a nuevos hábitats, no tenía porque implicar un largo proceso de selección de los genotipos adecuados, sino que podía conseguirse simple y rápidamente exponiendo las semillas o las plántulas a las condiciones adecuadas. Incluso el cuerpo del hombre (o su comportamiento) podían ser cambiados, esculpidos como se quisiera. En la cumbre de su poder, las declaraciones absurdas de Lysenko llegaron incluso a incluir la divulgación de falsos experimentos de transformación de una especie en otra: ¡repollo en colinabo y después en abetos!.

Lysenko prometió incrementos rápidos en los rendimientos de los cultivos y en la producción ganadera, pero las prácticas que introdujo, basadas en el michurinismo, produjeron gigantescas catástrofes agrícolas. Años después, comprobado su clamoroso fracaso, los propios académicos de la Unión Soviética reconocieron con vergüenza que la ciencia soviética había sufrido con el «caso Lysenko» su propio «caso Galileo». Como ocurrió con el padre de la física moderna o con Giordano Bruno, la mentira no bastó. Se tuvo que añadir la amenaza, el terror.

El auge del neolamarkismo en la Unión Soviética constituye un caso único de institucionalización de una pseudociencia: el michurinismo. Una doctrina dogmática, incompatible con la ciencia del momento, que no sometía sus postulados a pruebas experimentales válidas y que rechazaba cualquier tipo de crítica. Esta disciplina de tintes claramente pseudocientíficos acabó completamente con las prácticas tradicionales de la ciencia en el terreno de la biología soviética (el caso de la física y las matemáticas fue completamente distinto), que quedó gravemente retrasada con respecto a la biología occidental.

Los lysenkoistas atacaron a los genetistas rusos, no con argumentos científicos, sino con textos de Engels, acusándolos de ser enemigos del pueblo que estaban destruyendo la agricultura soviética apoyados en teorías abstractas importadas del occidente capitalista. Mostraron un total desprecio por la búsqueda desinteresada de la verdad científica y en definitiva por cualquier tipo de conocimiento que no tuviese una aplicación práctica inmediata que resolviese los problemas del estado. El discurso biológico de los lysenkoistas era tan trivial, tan ridículo, que reducía a la nada de inmediato el más mínimo crédito que algún biólogo pudiera haber sentido la tentación de otorgar a sus pretensiones agronómicas. Como ha señalado François Jacob, los discursos de Lysenko recuerdan aquellos opúsculos que autores autodidactas se publican ellos mismos, convencidos de haber hallado el secreto de la vida y furiosos por haber sido ignorados por la “ciencia oficial”[1]. Lo cierto es que evidenciaban una total ignorancia no sólo de la biología más elemental, sino también del comportamiento científico mismo. Sus tesis biológicas chocaban frontalmente con los sólidos principios del mendelismo, el neodarwinismo o la teoría cromosómica de la herencia. De hecho, los michurinistas nunca tuvieron en cuenta los datos de la ciencia experimental, los innumerables resultados acumulados durante casi treinta años, en diversos países, gracias al análisis genético, sobre la herencia en animales y plantas. Además, evitaron las pruebas diseñadas adecuadamente que podrían falsar sus teorías y, en cambio, apoyaron sus afirmaciones con resultados fraudulentos o con experimentos que podían interpretarse a voluntad. Negaron los datos en contra o los denunciaron sobre la base de que nada podía ser correcto si contradecía la ideología superior del marxismo-leninismo. Cualquier dato, práctica o teoría se medía en función de la congruencia con los principios mismos del materialismo dialéctico, con la Dialéctica de la Naturaleza de Engels, nunca con la evidencia empírica. El fracaso a gran escala de las prácticas agrícola de Lysenko no se atribuyó a su falta de fundamento científico, sino a la subversión de los agricultores y los enemigos del pueblo.

El lysenkoismo nos alerta de los graves peligros de la politización de la ciencia y constituye un magno ejemplo de fraude científico y de destrucción del proceder científico a manos de una pseudociencia. Estudiar el lysenkoismo es descubrir con estupor que en pleno siglo XX fue posible que un charlatán oportunista obtuviera en su país la ayuda del poder para imponer una teoría pseudocientífica estúpida sobre la que se fundó una práctica agronómica catastrófica. Descubrir que fue posible que un hombre sin escrúpulos golpeara frontalmente, con la intención de destruirla, a una de las ciencias más sólidamente establecidas. No permitamos que la razón científica vuelva a ser sustituida por la intolerancia y el fanatismo ideológicos.


[1] Esto se puede comprobar en su discurso ante la Academia de Ciencias Agrícolas de la Unión Soviética en agosto de 1948: http://www.marxists.org/reference/archive/lysenko/works/1940s/report.htm.

jueves, 17 de diciembre de 2009

Ciencia, estado, medios y sociedad

Millones de euros de los fondos públicos se destinan cada año a mantener la actividad colectiva asociada al estado más egoísta: la ciencia. Se costean materiales (no muy asequibles) y sueldo de personal (que exige un retribución por los años invertidos en su formación) sólo para satisfacer, en el mejor de los casos, la curiosidad del investigador. Para justificar este flujo de dinero, el científico nunca dirá públicamente que su investigación no sirve para nada, al contrario, seguro que permite curar el SIDA, tres tipos de cáncer y es imprescindible para contrarrestar los efectos del cambio climático. La sociedad, hastiada de este tipo de información, asiente sin credulidad alguna; considerando que su dinero ha sido invertido al menos en un intento de solucionar grandes problemas de nuestro tiempo. Esta gran estafa de los científicos a la sociedad no le hace ningún mal a la ciencia pero tampoco ningún bien: nadie en España ha movido un dedo por el recorte de presupuestos destinados a I+D+I. La ausencia de respuesta nos indica una “actitud positiva” pero completamente desentendida y despreocupada.

El punto de partida de las tesis expuestas por algunos divulgadores es pura parafernalia y parte de la estafa: hagamos que el público comprenda que lo que estamos haciendo es bueno para ellos. Sin embargo, una evaluación cruda del destino del capital invertido por parte de la sociedad dejaría en pelotas a la misma ciencia básica. Todos sabemos que sin investigación básica no puede existir un elevado desarrollo técnico ni mucho menos aplicado. Un buen marco teórico trabaja en sintonía con la técnica del momento para su contrastación, pudiendo ser usado, si no es falsado, para obtener un mayor control de procesos que quizás puedan tener una aplicación. Hacer llegar esto a la sociedad debería ser una preocupación capital para el periodista científico. En el fondo, lo ideal sería poder transmitir esa fascinación por dilucidar la estructura fina de la realidad por el mero hecho de hacerlo o, como mínimo, lograr un respeto por esta actitud, sólo productiva en potencia, similar a otras de escasa vocación pragmática como lo son el arte y ciertos tipos de literatura. En la sociedad del mercantilismo y del pragmatismo esto supone impulsar un cambo radical de paradigma. Para ello tenemos que dejar de intentar “vender” la ciencia, adaptando un esquema motivado por la fascinación a otro motivado por el beneficio. Puede que sea el momento de tomar esa dirección y fomentar una buena cultura científica que otorgue valor a la ciencia por sí misma y reconozca que esta suele acabar devolviendo el dinero invertido. Sólo en este momento, podremos darle una minuta a la sociedad diciéndoles que su dinero se ha invertido en averiguar lo que pasó en los primeros segundos del Big Bang.

martes, 8 de diciembre de 2009

¿Pero Venus no era la diosa del amor?

Vamos a darle un poco de alegría al blog.

Meteos a este vídeo de youtube, y os aconsejo que lo veáis en un monitor decente, las imágenes no tienen precio.

http://www.youtube.com/watch?v=O7eQKSf0LmY

(No lo puedo insertar por dos razones, una es que está desactivado en este vídeo, y la otra es la que os digo, es mejor verlo desde la propia página, a pantalla completa y a FullHD)

sábado, 14 de noviembre de 2009

Agua en la Luna

Nuestra fiel compañera noctura aún esconde sorpresas bajo su pétrea mirada.

Cerca de su polo sur lunar, en el cráter Cabeus, alunizó el LCROSS (Lunar CRater Observation and Sensing Satellite) Centaur el pasado 9 de octubre, despertando con su impacto una pluma bifásica de material sepultado. En su primera parte, vapor de agua y polvo; en su segunda, material más pesado. Los datos de espectrometría sostienen este descubrimiento, que fue publicado en la página de la NASA este viernes (http://www.nasa.gov/mission_pages/LCROSS/main/prelim_water_results.html). Datos que anunciaban la presencia de agua en la luna ya se habían dado a conocer con anterioridad, pero los resultados del LCROSS Centaur confirman sin lugar a dudas estas conclusiones.

Os añado unos extractos de Anthony Colaprete, sacados directamente de la noticia.
"We are ecstatic," said Anthony Colaprete, LCROSS project scientist and principal investigator at NASA's Ames Research Center in Moffett Field, Calif. "Multiple lines of evidence show water was present in both the high angle vapor plume and the ejecta curtain created by the LCROSS Centaur impact. The concentration and distribution of water and other substances requires further analysis, but it is safe to say Cabeus holds water."

"We were only able to match the spectra from LCROSS data when we inserted the spectra for water," said Colaprete. "No other reasonable combination of other compounds that we tried matched the observations. The possibility of contamination from the Centaur also was ruled out."

"The full understanding of the LCROSS data may take some time. The data is that rich," said Colaprete. "Along with the water in Cabeus, there are hints of other intriguing substances. The permanently shadowed regions of the moon are truly cold traps, collecting and preserving material over billions of years."

¿Habrá más sorpresas?

domingo, 1 de noviembre de 2009

Pseudociencias I: El Secreto: Misticismo quántico con un poco de marketing.

Con aproximadamente una inversión inicial de 26 euros podemos conseguir todo aquello que podamos desear; dinero, relaciones sociales, éxito profesional, sin excepciones, todo lo que podamos pensar. Es un timo demasiado evidente, pero si lo dotamos de un contexto fraudulento basado en los caminos más oscuros de la física cuántica, unos cuantos casos particulares positivos -no reproducibles, por supuesto- y una buena minería de citas, obtenemos la razón del éxito de The Secret. Este libro New Age de autoayuda sigue proponiendo lo mismo que otros tantos basados en paradigmas pseudocientíficos como la programación neurolingüística, sin embargo, ha logrado un éxito sin precedentes; llegándose rodar una película documental o publicar una edicion del mismo para jóvenes. ¿Por qué este secreto se vende mucho mejor que otros de inspiración similar? Una elaborada campaña de marketing puede que sea la respuesta pero, nada más vemos el minuto 3 del documental nos percatamos que su éxito puede deberse a un elaborado maquillaje de la doctrina para parecer sustentada por principios científicos. El embauque se fundamenta en una “ley natural” conocida como la ley de la atracción falazmente reforzada con malas interpretaciones del principio de incertidumbre y obviando por completo la decoherencia cuántica. De este modo, basándose parcialmente en principios físicos, propone que nuestros pensamientos son ondas las cuales pueden atraer como un imán el contenido conceptual de esas construcciones mentales, o como el libro resume: “thoughts become facts” . Esta modificación a voluntad de la realidad requiere disciplina la cual se consigue asociando los pensamientos a sentimientos positivos.

El paradigma propuesto en The Secret es evidentemente pseudocientífico, no solo por el mal uso de elementos de teorías científicas en su elaboración, que pueden confundir al profano en la materia, sino por razones más profundas. Se evidencia este carácter al presentar leyes naturales generales de las que se ofrecen pruebas anecdóticas –caso particulares positivos de seres humanos con entorno complejo- sin tratar de evaluar de manera elegante los fundamentos de la teoría. El testimonio de personas que han realizado “milagros” gracias a la doctrina de The Secret tiene escaso valor científico, siendo la muestra sesgada y desde luego fruto de un proceso no controlado. Dado que el fundamento de The Secret no puede ser experimental se recurre a una serie de falacias tan antiguas como el mundo mismo. Desfilan una multitud de personajes hablando de los mecanismos físicos de la ley de la atracción con títulos tan variopintos como el de visionario o metafísico (argumentum ad verecundiam), aunque también encontramos entre este elenco científicos y filósofos, esto no quiere decir nada: solo un análisis detenido puede determinar si la disciplina es pseudocientfica o no, y estos expertos presentan deficiencias en sus exposiciones. A el argumentum ad verecundiam se añade el argumentum ad antiquitatem, aquello que se presenta tiene una tradición milenaria (desde los albores de Babilonia) y ha sido conocido por todos los personajes importantes en un sinfín de campos. Ahora, desfilan también fuera de contexto citas extraídas de científicos, literatos y políticos trascendentes, y por supuesto, lo suficientemente muertos como para que no puedan defenderse. Las razones por las que esta panacea no ha podido salir a la luz son de tipo conspirativo: los altos poderes que quieren seguir ocultando con celo esta ley que permite a cualquiera obtener lo que desee. De este modo, se prepara la mente del receptor inexperto para burlar cualquier argumento, por claro que sea, simplemente acusando a la fuente de pertenecer a esta trama mundial (argumentum ad hominem). Por otro lado, la teoría se propone sin animo de presentar hipótesis que puedan ser contrastadas. En todo lo expuesto se viola claramente el uso del método hipotético-deductivo, se plantean pruebas irreproducibles y se genera una doctrina poco dinámica que no contempla apenas modificación (según el libro mismo proviene de tiempos immemoriables) ni se somete a juicio critico. Todos estos criterios que no se cumplen son comúnmente utilizados para demarcar la ciencia.

Otro aspecto que permite descartar el paradigma presentado como ciencia, es el uso de medidas poco resolutivas -registros poligráficos- para caracterizar por completo los elementos fundamentales de la teoría los pensamientos. Tamoco se cuestiona la falta de entidad o de mensurabilidad del concepto presentado-. Evitar la precisión no es propio de la labor científica, en la que los elementos fundamentales deben ser directamente relacionados con observables mensurables de una manera clara y si no lo son, deben ser tratados con cuidado. Pero, fundamentalmente, lo que la caracteriza como pseudociencia es la ausencia de falsabilidad: se invoca a un retraso necesario para el correcto funcionamiento del universo entre los pensamientos y los hechos que estos atraerán, retraso durante el que se puede producir la reflexión y consecuente modificación del pensamiento inicial. De este modo, cualquier prueba experimental que planteemos puede permanecer oculta en el tiempo de retraso que no es caracterizado por los proponentes de la teoría y en el que además puede variar el posible resultado por modificación de los contenidos mentales.

No es el único lobo con piel de cordero que merodea por las estanterías, antes de comprarlo recomiendo que se vean los primeros 20 minutos del documental que se ofrece gratuitamente en you tube. Eso si, te ahorrare el final: si quieres dominar el secreto tendrás que comprar el libro.