martes, 6 de octubre de 2009

Ciencia básica y pragmatismo: la genética de poblaciones

Why, sir, there is every probability that you will soon be able to tax it!
Said to William Gladstone, the Chancellor of the Exchequer, when he asked about the practical worth of electricity.

— Michael Faraday

Cuando a un científico básico se le pregunta acerca de la utilidad de su investigación su respuesta varía en función del contexto en el que se encuentra. Dependiendo de si quienes le hacen la pregunta son los políticos que lo subvencionan, los medios de comunicación o son colegas próximos a su trabajo la respuesta puede variar desde un taxativo sí, falazmente justificado, hasta el más absoluto desprecio por el conocimiento aplicado. En este abanico de opiniones, se observa qué actitud toma la sociedad frente a la ciencia en general, demandando resultados cuasi inmediatos de esta gran empresa humana que sostiene económicamente. Esto se opone al pensamiento del científico fundamental, curioso entre los curiosos, que simplemente presenta interés en desentrañar la estructura de la realidad , por muy alejado que esté este conocimiento de alguna aplicación práctica. Sin embargo, la ciencia básica acaba retornando a la sociedad todo aquello requerido para su desarrollo en forma de marco teórico fundamental sobre el cual las aplicaciones cobran sentido y surgen otra nuevas. ¿Cómo puede ser que la paradoja inicial sentada entre el espíritu del teórico y la necesidad de la sociedad quede al final solventada? La razón estriba en que los intereses de los científicos básicos son, con frecuencia, muy fundamentales. Por decirlo de otro modo, estudiar el número de pelos que tiene de media un ornitorrinco a los 2 años podría considerarse “básico” en tanto que no reporta ninguna aplicación – excepto peluqueros de ornitorrincos- pero de ninguna manera este caso particular puede considerarse fundamental. Al contrario que los insectos nocturnos, cuánto más oscuro es el camino más atrae este al científico que lo tratará de iluminar con la luz de la razón. El interés por lo fundamental hace que la ciencia básica acabe no sólo mejorando el entendimiento, y , por ende, las aplicaciones presentes en el momento de su desarrollo sino que sirven de cimientos para otra nuevas que reportarán futuros beneficios. Para ello la teoría debe ser manejable matemáticamente, presentando un alto grado de cuantificación.

Como hemos visto, la ciencia acaba pagando. Pongamos un ejemplo de un campo qué no le es cercano a la sociedad pero que presenta un marcado carácter teórico y fundamental en su concepción: la genética de poblaciones. Esta disciplina de la biología estudia las fuerzas que modifican las frecuencias de los alelos en las poblaciones de organismo biológicos. La disciplina pretende explicar fenómenos evolutivos atendiendo a los cambios en las frecuencias genotípicas. Las implicaciones fundamentales para la biología de esta disciplina son más que evidentes, siendo, junto con la ecología uno de los poco campos eminentemente teóricos y propios de la biología. ¿Qué aplicaciones prácticas puede reportar tener un mayor conocimiento de los mecanismos que modifican las frecuencias de los alelos en las poblaciones? Si bien fue una fuente importante de conocimiento empírico para el desarrollo de la genética de poblaciones, la mejora por cruzamientos tanto de plantas como animales se enriqueció con el desarrollo de la misma teoría permitiendo una mayor control en el proceso de mejora. Por otro lado, la adquisición de un modelo nulo ideal (ley del equilibrio de Hardy-Weinberg) fue de suma importancia a la hora de poder analizar desviaciones de esta situación ideal como la endogamia o una presencia anómala de dobles recesivos en una población. Ya en el sentido más general de aplicación, no sólo aquella que reporta un beneficio para el hombre, el marco teórico establecido por la genética de poblaciones es ampliamente utilizado en la conservación de poblaciones naturales para poder preservar la diversidad de patrimonio genético de estas. Estas aplicaciones del conocimiento teórico alcanzado por la genética de poblaciones son posibles gracias a la alta matematización de la disciplina que la distingue de otras ramas teóricas de la biología más cualitativas. Con estas y otras aplicaciones, la genética de poblaciones ya está pagando el peaje a la sociedad que permite la existencia de la torre de marfil.

domingo, 4 de octubre de 2009

"Investigación que hace primero reír y luego pensar"

El pasado jueves la Universidad de Harvard realizó la ceremonia de entrega de premios 2009 de las distinciones más divertidas del panorama científico actual. Los premios Ig-Nobel de este año fueron tan llamativos como los de años anteriores, y seguro que dibujaron más de una sonrisa a su paso.

El Premio Ig-Nobel de Veterinaria de este año se lo llevó un grupo de la Universidad de Newcastle que demostró que las vacas que tienen nombre dan más leche que las que no. Hasta ahora esto sólo lo sabían los de Milka y La Vaca que Ríe (puede que teñirlas de morado y hacerles cosquillas también ayude; ¡premio Ig-Nobel 2010!).

El de Química ha ido para un grupo de la UNAM, por crear microdiamantes a partir de tequila. Los rusos lo intentaron con vodka, pero se les acabó olvidando el objetivo de estudio.

El de Medicina ha sido para Donald Unger, de California, por hacerse crujir sistemáticamente los nudillos de una mano pero no de la otra, ¡durante 60 años!, con el objetivo de investigar una posible causa para la artritis de los dedos. Menos mal que no quiso investigar el efecto del bromuro de etidio sobre la piel.

El de Matemáticas, para el director del Reserve Bank de Zimbabue, por facilitar simpáticamente el cambio a sus clientes, imprimiendo billetes por valores de entre 0,01 dólares hasta 10^14 dólares (¡100 billones!). Como para pedir cambio en un bar…

Además, el de Biología ha sido para un grupo japonés, por descubrir que los desechos de la cocina pueden reducirse en un 90% usando bacterias termofílicas aisladas a partir de heces de pandas gigantes. El de Física, a un grupo formado por integrantes de Cincinnati, Texas y Harvard, que han analizado por qué las embarazadas no vuelcan. El de Literatura, para la policía irlandesa, por poner más de 50 multas a un tal Prawo Jazdy (hasta que descubrieron que Prawo Jazdy significa "permiso de conducir" en polaco, y que en todas esas multas, varios agentes de policía habían copiado el término polaco en lugar del nombre del multado). Y el de Salud Pública para un grupo de Illinois por inventar un sujetador que, en caso de emergencia, se puede convertir en un par de máscaras faciales protectoras.

Y mi favorito: el de la Paz, que este año se ha otorgado merecidamente a un grupo de la Universidad de Berna, por determinar empíricamente (aún tengo que leer que tipo de experimento se realizó) si es mejor ser golpeado en la cabeza con una jarra llena de cerveza o con una botella vacía. ¿Tú qué preferirías? Habrá que leer el artículo.